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Channel: Acero Bolchevique
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Rue Genova 13

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Descansaba desde hace casi año este humilde aspirante a aprendiz de bolchevique, con no demasiadas ganas de despertar, todo hay que confesarlo, cuando un escalofrío de perplejidad le ha sacudido al observar la reacción de algunos de sus compatriotas, señaladamente aquellos que se sitúan en sus antípodas políticas, al escándalo que ha estallado, con todo lujo de efectos pirotécnicos, mor de la feroz, hasta ahora oculta y al mismo tiempo evidente,  lucha por la hegemonía en el principal, aunque no único, instrumento político de la derecha española.

En no pocas ocasionas tanto este humilde aspirante a  aprendiz de bolchevique como su trasunto, el espía otomano, han puesto de manifiesto las dificultades de la derecha política española para homologarse con sus colegas europeos, algo que ha conseguido sin demasiada dificultad la extrema derecha española que se siente cómoda e incluso ejerce de anfitriona con personajes tan peculiares como el polaco Andrzej Duda, el húngaro Viktor Orban o la francesa Marine Le Pen añorantes todos, y todas, de aquella Europa medieval que organizaba cruzadas contra los sarracenos, quemaba brujas y herejes y lapidaba adúlteras y sodomitas con el gran tío de América, el estrafalario Donald John Trump como líder indiscutible. En efecto, mientras la extrema derecha cavernícola, retrógrada y reaccionaria es fácilmente encasillable con sus iguales del resto del mundo, la derecha política que debería ser moderna en sintonía con lo que se cuece allende de nuestras fronteras es difícilmente comparable; sin ir más lejos, mientras la CDU alemana,sin complejos de ninguna clase mantiene, sostiene y alienta un cordón sanitario que aisla a Alternative für Deutschland , nuestra derecha política, que gusta autodenominarse centro derecha,  no pone reparos en aprobar presupuestos con el apoyo de la extrema derecha en algunas de las Comunidades que gobierna.

La derecha real, la de verdad, la que no se presenta a elecciones, a cuyos miembros más importantes ni siquiera conocemos, lleva décadas intentando construir un sujeto político que le sea útil. Ellos, que antes de la muerte del dictador ya habían dado un paso adelante para modernizar un capitalismo español lastrado por inviables propuestas autárquicas de origen azul mahón, a la muerte del general Franco intentaron desde el propio entramado del Movimiento Nacional crear una fuerza política útil, la UCD, con un hombre procedente del régimen, Adolfo Suárez, como indiscutible muñidor y protagonista. Aquella fuerza estalló como consecuencia, entre otras cosas, de la fragilidad de su gestación. El gran líder de la derecha española más identificable como tal Manuel Fraga también fue obligado, por esa derecha real, a aggiornar su Alianza Popular, a dar un paso atrás para que naciera el que hoy conocemos como Partido Popular. Y no han sido los únicos intentos de generar una fuerza política de la derecha moderna, en los años ochenta, antes de la transición de Alianza Popular a Partido Popular y al constatarse que Fraga tenía un techo electoral que hacía imbatible a Felipe González se urdió la llamada Operación Roca con el nacionalista de la derecha catalana Miquel Roca i Junyent como actor principal. La operación fracasó, entre otras razones, porque el conjunto de la sociedad española no estaba preparado para entregar el timón de la nave a un nacionalista catalán, por más que aquella Convergència i Unió no tuviera, ni por asomo, el proyecto claramente independentista que hoy tienen sus sucesores. La creación del Partido Popular con la llegada de José María Aznar a la presidencia, primero del Partido y luego del Gobierno parecía haber generado una fuerza política de derecha moderna. Fueron los tiempos en los que se fraguaron los pactos con el President Pujol para asegurar la estabilidad parlamentaria, los tiempos en los que, sin ninguna clase de pudor, se refería al Movimiento Vasco de Liberación en el marco de la posibilidad de entablar algún tipo de negociación con ETA.Sin embargo, la presión de la parte más retrógrada y reaccionaria de la formación, que acabaría pariendo VOX y los innumerables casos de corrupción que han salpicado al PP pusieron contra las cuerdas el proyecto. En esta situación de gran dificultad para el Partido Popular, con el que se había sido su vicepresidente económico entrando en prisión, y junto a él el que había sido presidente de la Comunidad de Madrid y otros altos cargos, se puso en marcha, desde un movimiento gestado exclusivamente en Cataluña, con unas características muy definidamente catalanas y que tienen que ver con lo que ellos llamaban la hegemonía cultural catalanista, el enésimo intento de generar una derecha política moderna y liberal. Ciudadanos. El proyecto, está muy reciente, fracasó por la megalomanía de su presidente y fundador que, convencido de que estaba llamado a ser presidente por su cara bonita construyó una estrategia que nadie, puede que ni él mismo, acabó de entender.

Y llegados a este punto, con la parte más reaccionaria desgajada para seguir su propia ruta ultraderechista y sin la amenaza de que otra fuerza política le disputara el espacio más centrista pudiera pensarse llegado el momento de consolidar un proyecto político, liberal en lo económico, firme partidario de la economía de mercado, conservador en lo político, sin mostrarse nostálgico de un pasado a olvidar y moderado en lo social, sin cuestionar los innegables avances en ese terreno que ha protagonizado  nuestra sociedad. Pues no.

Y aquí comienza la perplejidad del que esto escribe al observar a un Partido Popular políticamente desnortado que en lenguaje popular no acaba de saber si está setas o a Rolex. Igual lanza una diatriba imponente contra la extrema derecha por boca del, hasta ahora, presidente del partido Pablo Casado, que manifiesta su disposición a pactar con el partido de Ortega Lara, por boca de la emergente figura de Isabel Díaz Ayuso. A día de hoy el supuesto ganador de las elecciones de Castilla y León Alfonso Fernández Mañueco no sabe que hacer ¿Pactar con VOX su entrada en el gobierno? ¿Pedir la abstención del PSOE? ¿Repetir elecciones? ¿Hacer el camino de Santiago vestido de fallera mayor?

La explosión de la crisis del PP le preocupa al que esto escribe, más allá de que, a que negarlo, esté disfrutando como un gorrino en barrizal. Si, como todo parece indicar, la presidenta de la Comunidad de Madrid dobla el pulso al Presidente del Partido Popular, habrá ganado una forma de hacer política en la que la corrupción no es un elemento importante y, de hecho, a los que hoy se han manifestado en Génova 13 pidiendo la dimisión de la dirección popular no solo parece no importarles que haya habido contrataciones irregulares en estado de alarma, sino que, incluso, lo aplauden. Si es la dirección del partido la que gana, y lo dudo mucho, se habrá instalado una forma de hacer política insustancial y contradictoria más pendiente de las políticas que generan otros que de generar unas propias.

Pero bueno, ambos salen tocados, y eso, en definitiva, puede ser beneficioso, o eso puede pensar el Presidente del Gobierno.

Acabo el cuenco de palomitas firmo y rubrico.


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